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Mostrando las entradas etiquetadas como mito

El gato y su poema

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Prólogo al libro Gatos. 100 poemas seleccionados Ediciones en Danza , Buenos  Aires, 2021 Suele decirse que los seres humanos amamos a nuestras mascotas porque las humanizamos y valoramos en ellas su nobleza o su cariño. Pero eso no es cierto en mi caso. Nunca humanicé a mis amigos y amores animales, sino que los amé porque descubría en ellos un rasgo del que carecemos todos los humanos: la inocencia absoluta. En los gatos en particular. Quienes creyeron en el pasado ver al demonio en ellos es porque precisamente los humanizaban. Los gatos en particular no son "fieles" como los perros, pero suelen ser tan cercanos a sus partenaires humanos que emocionan. Y emocionan en mi caso no porque sean "afectuosos" sino porque simplemente buscan calor y protección, comodidad y placer.  Este libro surge de una propuesta de mi amigo Javier Cófreces. Esa propuesta fue un acto de cariño y solidaridad invalorables, porque se produjo cuando acababa de morir una de mis gatas, la may...

Más grande que la muerte: "Drácula", 1897-2020

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Bram Stoker, el autor de Drácula (una novela basada en cartas y diarios imaginarios), vivió entre 1847 y 1912. Nació en Dublín, fue acunado por cuentos de fantasmas y resultó dominado (vampirizado, podría decirse) por el actor y empresario teatral Henry Irving, a quien sirvió en Londres como secretario y administrador, y por quien sentía al parecer tanta veneración como odio. El libro se publicó en 1897. Stoker se casó con una mujer muy bella, aunque frígida, según su nieta, hija del único hijo del matrimonio. Solía frecuentar prostíbulos y murió de sífilis. ¿Hay en esta vida, poco más que corriente, algo que explique la inspiración genial que llevó a Stoker a darle forma, comprensión y carnadura inmortales a una superstición dispersa? Stoker escribió muchos libros. Nadie recuerda otro que no sea Drácula . Y muchos olvidaron ya que Stoker lo escribió. La novela despliega, en pocas páginas, una buena erudición sobre vampirismo. El vampiro es conocido " en todos los lugares en que ...

Jack, es decir nadie

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Firmar Jack The Ripper en inglés equivale, más o menos, a hacerlo aquí como Pepe, el Despanzurrador. Unas cartas escritas con tinta roja y salvaje sarcasmo en 1888 inmortalizaron, sin embargo, ese seudónimo trivial relacionado con una serie de crímenes horribles y hoy semimitológicos. En la frontera con el nuevo siglo, Jack el Destripador se constituye en el modelo de los asesinos sexuales. El investigador Oliver Cyriac, junto con constatar este hecho, señala: "Antes, los hombres mataban por una razón, o así se suponía". Jack también mataba por una razón, pero su razón es brumosa, sin dejar de ser verdadera. Se le atribuye con seguridad el degollamiento de cinco prostitutas, a las que luego extraía las vísceras, entre el 31 de agosto y el 11 de noviembre de 1888, en el sórdido barrio obrero de Whitechapel -un adelanto de cualquier Fuerte Apache del mundo que nacía-, pero no tuvo rostro, y quizá no pueda tenerlo. Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Cathe...

Cenicienta

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Se le dieron vueltas al asunto pero no las suficientes: la poesía es, como suele decirse, la Cenicienta de las letras. Esto indigna a los poetas modernos, pero hubiera llenado de emoción a los del siglo XIX. La Cenicienta permanece en los últimos estantes de las librerías -los más altos o los más bajos- por tiempo perpetuo. Desde allá mira cómo se van, bajo el brazo de apurados clientes, los libros de la mesa de novedades. La Cenicienta es menos que la Cenicienta: está condenada a dormir en los rincones y vestir con la digna modestia con que la publican a veces sus editores, pero no sirve ni siquiera para limpiar. Nadie la lleva. Sus hojas no alcanzan para hacer manojos con que lustrar los vidrios o encender el fuego de un asado. Es una Cenicienta frustrada incluso en su destino de servidumbre. Ahora bien, la Cenicienta algunas veces recibe el toque mágico de un hada y se convierte, o mejor dicho, se viste, de un halo de belleza. No es que la belleza no estuviera en la inspiración...

Un bosque de símbolos

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En la página 82 de Borges , ese mamotreto de la contracultura ilustrada, Bioy anota la vacilación de Jorge Luis Borges ante unos versos de Leopoldo Lugones: y a nuestros pies un río de jacinto / corría sin rumor hacia la muerte . “- Borges:¿Vos creés que tenía razón Ibarra? ¿Qué el río de jacinto es el semen? Bioy: -¿Qué otra cosa puede ser?” El episodio es verosímil. En varias ocasiones Borges dejó entrever que, en su concepción, las metáforas están hechas de términos intercambiables. En la metáfora no podría haber ambigüedad. Le molestaba, al parecer, que en un soneto de Quevedo “la sangrienta luna” pudiera ser el satélite natural de la Tierra, teñido de rojo, o la media luna de los estandartes moros. Tal vez tenía razón. Pero en aparatos verbales más complejos la correspondencia perfecta no es posible. Tales dispositivos tienen la propiedad del símbolo. Y no son reducibles a una frase o a una imagen a la que, se supone, están reemplazando. No todas las figuras retóricas son...