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La persistencia de Pavese

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Cuando se cumplieron 100 años del nacimiento de Cesare Pavese en 2008, un diario español tituló su nota de recordación “¿Qué queda de Pavese?”. Creo que no había intención peyorativa en la pregunta pero me sonó como si se abriera un ataúd para ver los restos de un deudo al que hay que transferir de la tierra a un nicho. Pavese hizo –en la década de los años 30 cuando escribió su libro Trabajar cansa – un aporte fundamental a un nuevo realismo: logró que la anécdota hablara más allá de ella misma. Contó una localidad del Piamonte y también los mitos que encerraba. El procedimiento para hacerlo no se ve a simple vista, pero su resultado se impone al oído y a la vista. Trabajar cansa salió acompañado de dos ensayos, uno referido a la gestación del libro y sus problemas, el otro referido a un plan futuro. Años más tarde, en el ’43, Pavese propone en otro ensayo, “Del mito, el símbolo y otras cosas”, la tarea principal de su literatura: “reducir a claridad los mitos”. El primer en...

Scrivere stanca

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Lunes 28 de Enero de 2008. En Lo entrañable y otros ensayos sobre poesía Ricardo Herrera (Buenos Aires, 1949), ofrece, si bien dispersa, una teoría acerca de la esencialidad de la música en poesía, una posición que ha venido defendiendo en su práctica de poeta y ensayista, pero sobre todo, en la de traductor, con discutibles versiones de, por ejemplo, Eugenio Montale. Este libro, editado por Del Copista en Córdoba, en octubre de 2007, ejemplifica su posición en ensayos sobre Enrique Banchs y César Fernández Moreno, entre otros, y la hace explícita en un amplio trabajo sobre la crítica que constituye el primer capítulo de una recopilación diversa. Brevemente: por razones nunca explicadas del todo, esencialidad, tradición y música quedan aquí relacionadas como períodos de una ecuación universal, que va contra las vanguardias y la poesía “posmoderna”, con una vehemencia que a su vez intenta rellenar todo bache entre uno y otro término. La saña de Herrera contra la vanguardia es pr...

El encendedor y el alfil / Poesía de autor

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Domingo 17 de Febrero de 2008. Dos jugadores de ajedrez están en las instancias finales de una partida. Uno acaba de quitar su vista de las piezas para frotarse los ojos. Ante esa ligera distracción, el otro mueve digamos un alfil y simultáneamente lo reemplaza por un encendedor de plástico. Cuando el primer jugador repara en el cambio, durante un segundo o dos queda desconcertado. Recompone rápidamente el tablero en su mente y entiende qué pieza ha sido reemplazada por el encendedor. No dice nada y sigue jugando, pues para él, el encendedor es un alfil. De pronto, su oponente mueve el encendedor varias casillas en línea recta, como si fuera una torre o la dama. “Eh”, dice el primer jugador. “Usted ha hecho trampa, movió el alfil como si fuera la torre o la dama”. “De ninguna manera”, dice el otro. “No he movido el alfil, he movido el encendedor”. “Caramba”, responde el primero, “ya me parecía a mí que no debía aceptar este encendedor en el juego”. “Pero lo aceptó”, le responde el ot...