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Mostrando las entradas etiquetadas como poesía argentina

Teólogo en la ventana

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“ Hay un millón de ventanas y cada una padece/ su teólogo fracasado ante la única realidad posible ”. En estos dos versos del poeta Joaquín Giannuzzi se cifran algunas claves para una posible interpretación de una obra que creció verdaderamente sin estridencias, no ya ante el público sino en el propio ambiente literario porteño, donde las glorias no serán masivas, pero son. Hombre frente a una ventana, hombre asomado a la “única realidad posible”. “Teólogo fracasado”. Una imagen y, a la vez, un epíteto. Es sospechable que un hombre frente a una ventana sea un teólogo fracasado. Giannuzzi, no obstante, lo subraya. Es que estos versos, se lo haya propuesto o no, funcionan como una poética. Pero, además, son “millones de ventanas” y cada una “padece” este tipo de observador. Con lo cual, la poesía de Giannuzzi ingresa en la historia. Giannuzzi ha publicado -con éste- seis libros de poesías. Cada uno de ellos da testimonio, desde su título, de la misma sed de absoluto -un absoluto que debe...

La poesía de Pancho Muñoz

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  Pancho Muñoz tiene una percepción extraordinaria de las cosas que varían -que dicen lo que no dicen- en la vida ordinaria . Su amistad me deparó sentir que podía haber una extraña luz cordial en los infinitos desastres del microcosmos. Siempre, una posible vuelta de tuerca que los hace entrañables, un giro que convierte la melancolía y la pérdida compartidas en una forma de ser argentinos. La bruma que se disipa y nos empapa, lo que nos reconcilia con nosotros, seres perdidos en un naufragio feliz. Esto es lo primero que quiero decir. Es lo primero que se me ocurrió, porque quiero a Pancho profundamente. La poesía de Pancho Muñoz es igual. El tipo celebra pero es taimado. Sabe que no se puede celebrar ad infinitum porque nos haríamos tontos o hipócritas, o, lo que es peor, ególatras, imbéciles. Y anota en una libreta al sol su inventario de lo celebrado (" Escribo como quien hace una cuenta "). Anota: " Tenga cuidado con lo que come y también tenga cuidado con lo qu...

Laprida y Bonconte da Montefeltro

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  De chico, me impresionaban unos versos de Arturo Capdevila, los primeros de su “Romance del 9 de Julio”: Sube al estrado Laprida; / se quedan todos atento, / y como un viento de gloria / pasa hecho frío y silencio . Solía recitarlos en los actos escolares un chico de apellido Silva que ya tenía las dotes de buen recitador a la antigua; para ser un chico en la primaria, su voz era resonante, o eso me parecía. Las maestras lo adoraban. El poema electrizaba mi mente infantil. Imaginaba una casa antigua, las ventanas abiertas en pleno invierno, y ese viento de gloria hecho de frío y silencio. La gloria era, pues, fría, pétrea, inmortal. En esos versos intuía el cruce de los Andes, el vuelo del cóndor, las batallas con las manos cubiertas de sangre y de sabañones. El invierno era el lugar de la gloria, que venía apareada con la muerte. Si alguien escribió una épica de las batallas de la Independencia, ese fue Capdevila en cuatro versos. Muchos años más tarde leí el “Poema conjetural”,...

La dureza de Irene

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Prólogo a De piedad vine a sentir , Ediciones en Danza, 2019 Irene Gruss murió a fines del año pasado [2018], parece mentira. Empiezo a escribir estas líneas en julio [2019]. Irene murió hace poco más de seis meses. La conocí durante casi cincuenta años. Hubo una década, más o menos, en que apenas la vi. Después, el periodismo hizo que nos reencontráramos -trabajó años como correctora - y más tarde el hecho de que viviéramos en el mismo barrio, Almagro, que ya no es el del "hortigueral" de Mario Jorge De Lellis -el poeta que dio nombre a uno de los talleres a los que asistimos con Irene- sino una especie de Harlem porteño en la zona atravesada por la Avenida Rivadavia. ¿Qué voy a decir? ¿Que sé - y muy profundamente, como quien se asoma a un precipicio - que no veré más a Irene sentada en una mesa del café Bonafide en la vereda de una avenida estruendosa saludando, ligeramente irónica, con un movimiento de la mano en el aire, como un limpiaparabrisas? Yo no me asomo a los p...

El árbol genealógico: Poesía y tradición poética

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  (Respuesta para una encuesta) / El árbol genealógico es uno de los mitos constitutivos de la civilización humana. Supone una versión o réplica doméstica del mitológico árbol de la vida. La savia que por él circula da siempre un resultado nuevo y distinto, pero a la vez esencialmente el mismo, característico y caracterológico. Dejando de lado para la presente ocasión que la acumulación de capital requirió del árbol genealógico para formar la herencia, rastrear el propio árbol es armarse a sí mismo a la medida de uno, de suerte que el árbol se transforma en autorretrato.   Me veo producto de la licuadora en la que cayó la poesía argentina a mediados de los setenta del siglo pasado. Mis experiencias anteriores a esas fechas -que se corresponden con mi participación en el taller Mario Jorge De Lellis a comienzos de los años 70- iban por dos vías o tres vías distintas: la clásica de oro (Góngora, Quevedo), la nerudiana-whitmaniana- maiakovskiana  y la que hizo una me...

El universo en Paraná

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En los años setenta me invitaron, a media voz, a viajar a Entre Ríos para "conocer a Juan L. Ortiz". Me hubiese parecido una grosería infamante aceptar. No había leído lo suficiente de Ortiz. No había leído "El Gualeguay" siquiera. Por aquella época, unos años antes de su muerte, sólo resonaban en mi cabeza unos versos que con el tiempo fueron varias veces citados y que ahora intento citar de memoria: " Recordad que la poesía, si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva,/ es asimismo, y acaso sobre todo,/ la intemperie sin fin ..."   Debía todavía leer a Ortiz. Pude hacerlo a partir de 1976, el año del último golpe de Estado en la Argentina.  Aquel año, compré en una librería de la Avenida de Mayo los tres tomos de "En el aura del sauce", de la Biblioteca Constancio C. Vigil, que estoy mirando en este momento. Fueron publicados en 1970, pero no los encontré en una mesa de saldos: escrito con lápiz, en la primera página, consta el precio, 200 p...

El deleite de su estilo

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No fui a fijarme cuánto había de reescritura en esta segunda edición del En un puño oscuro , que fue publicado en 1998 y se reedita ahora corregido, según se informa debajo del título. Está claro que hay que tomarlo como un nuevo libro, un libro distinto. Y a la vez un libro permanente, puesto que un Schmidt de hoy corrige al Schmidt de ayer, aumenta, tacha, pero no modifica cuestiones que son las mismas en el Schmidt de siempre. Su lirismo reflexivo estructura este libro: su reflexión paradojal, sus contrastes y su poder de concreción de realidad y beatitud. La primera cuestión de las que hacen lo que suele llamarse una "voz" tiene que ver –en el caso de Schmidt– con seguir un símbolo, una metáfora o un acontecimiento de verdad, hasta disolverlo en su contrario y, con la nueva masa, trabajar una idea que se evapora y a la vez se queda. Quiero decir con esto que si escribe "luz" –y la escribe muchas veces– no da por sentado que la luz significa la parte buena de cua...

Olga Orozco: Contra la agonía de la luz

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Olga Orozco* pertenece a una raza de escritores vitales y sombríos, que creyeron encontrar en la herencia romántico-surrealista la posibilidad de unir lo disperso y aun lo antagónico de la experiencia individual y colectiva: el día y la tiniebla, el bien y el mal, el tiempo de los mitos y el presente. Con una solemnidad que no deja de quebrarse ante la "noche" sin fin, aunque para generar de inmediato una nueva ilusión verbal, Orozco ha construido —en casi cuarenta años-— una de las obras más sólidas en el panorama de la poesía argentina contemporánea. Su mensaje final acaso pueda resumirse en dos versos de alguien que parece uno de sus hermanos espirituales, el inglés Dylan Thomas: " No entres mansamente en esa noche quieta/Rabia, rabia contra la agonía de la luz ". Esto es, un símbolo más, definitivamente dramático. Olga Orozco, una mujer de ojos claros y voz ronca, dialogó con Clarín Cultura y Nación en su casa, un departamento céntrico, alejado de los ruidos de ...

La ética de una poesía compleja

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Deliberadamente, Alberto Girri abordó la poesía como un ejercicio de rigor intelectual. Su figura fue absolutamente desconcertante en el mundo literario en el que nació y en el que siguió a continuación. Girri comenzó a publicar en los años 40 su saga de más de 30 libros de poemas. Había en el ambiente un renovado amor por las formas tradicionales de la poesía española y un "pathos", un sentimiento, de elegía. Girri, aunque no ajeno a esa atmósfera, prefirió el verso libre y los poetas anglosajones. Fue uno de los primeros lectores y traductores de T.S. Eliot, de W. H. Auden, de Edgar Lee Masters, de Wallace Stevens, nombres todos, excepto el de Eliot, que tal vez hayan sonado más distantes que los chinos en aquel entonces. La generación de los 50 y 60 abominó -literalmente hablando- de la poesía elegíaca, melancólica y tradicionalista de los 40, pero tampoco mostró interés por ingleses y norteamericanos: volvió a mirar hacia París, luego hacia el tango.  Alberto Girri supo d...

El poeta de los hombres efímeros

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La impronta de Cadícamo es inconfundible. Sus letras aluden al mundo de la pasión fugaz, el cabaré, la noche. Descorren las cortinas de una atmósfera secreta donde susurraban las promesas. Mundo nocturno que trasmitía gloria. El cielo del suburbio, el edén perdido del arrabal, se había traslado al Centro. Y era otro edén, riesgoso. Una suntuosidad que se sostiene en su propia exageración recorre los tangos del maestro. Se habla en ellos de boca roja y oferente, de fino bacarat , de eléctrico ardor, de rosas muertas; de lluvia detrás de los cristales, champán, adioses inteligentes, fuego en la respiración. Toda esta poesía ornamental era heredera de Rubén Darío. Un mismo trazo la une sin duda con la de las letras que canta Sandro ( tu boca, sensual, peligrosa es un verso que pudo haber escrito Cadícamo, adaptando a su vez al Darío de las lacerantes risas de oro de las marquesas). Cuando Cadícamo -su personaje- regresa al barrio, del que se alejó por locuras juveniles, la falta de co...

Edgar Bayley, un poeta para las cosas que se desvanecen

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  1. Edgar Bayley (1919-1990) es uno de los mejores representantes del segundo turno de las vanguardias en la historia argentina. El primero se inicia en 1921, cuando Jorge Luis Borges regresa   al país con los principios del ultraísmo español, más cercano al imagismo anglosajón, si se quiere, que al dadaísmo y el surrealismo. En ciertos aspectos, también el futurismo influyó más en la formación de los poetas de los ’20 que la escuela francesa. El ultraísmo, como el imagismo, pedía concisión de la imagen y de la palabra, efusión pero no sentimentalismo, y, como la escuela que modeló Ezra Pound, si bien buscó sus motivos en la vida presente, sus modelos eran los del pasado anterior y posterior al romanticismo. Innovar en la metáfora fue sin embargo un rasgo diferenciante del vanguardismo argentino y, en general, la modernidad sería celebrada o vivida aquí con espíritu gozoso,   no con la poderosa carga crítica del imagismo ni con la épica del futurismo en sus ...