La ética de una poesía compleja


Deliberadamente, Alberto Girri abordó la poesía como un ejercicio de rigor intelectual. Su figura fue absolutamente desconcertante en el mundo literario en el que nació y en el que siguió a continuación.
Girri comenzó a publicar en los años 40 su saga de más de 30 libros de poemas. Había en el ambiente un renovado amor por las formas tradicionales de la poesía española y un "pathos", un sentimiento, de elegía. Girri, aunque no ajeno a esa atmósfera, prefirió el verso libre y los poetas anglosajones. Fue uno de los primeros lectores y traductores de T.S. Eliot, de W. H. Auden, de Edgar Lee Masters, de Wallace Stevens, nombres todos, excepto el de Eliot, que tal vez hayan sonado más distantes que los chinos en aquel entonces.
La generación de los 50 y 60 abominó -literalmente hablando- de la poesía elegíaca, melancólica y tradicionalista de los 40, pero tampoco mostró interés por ingleses y norteamericanos: volvió a mirar hacia París, luego hacia el tango. 
Alberto Girri supo decir: "Atiende al texto", un reclamo de rigor intelectual nunca visto. Significaba: sigue el texto, la lógica o la paradoja de la palabra, hasta el final. Su poesía se hizo cada vez más austera, sintácticamente compleja, escasa de metáforas -a no ser las más elementales-, de frases escalonadas casi sin nexos, como el cuerpo seccionado de una serpiente cuyos fragmentos trazan sinuosos caminos agónicos.
Fue bombardeado en vida a la vez por sus vínculos con el grupo de la revista Sur y por la aridez de su propuesta literaria. Eran, decía él, dos modos sencillos de sacarse el lazo de encima.
Soslayó el drama, para internarse en un tipo especial de literatura del conocimiento. Estoico, y a la vez búdico, suponía el mundo como engaño o alucinación. Un lenguaje impersonal y desértico, sin concesiones a la voluptuosidad de los sentidos, fue la apuesta en que se comprometió hasta límites que nos resulta difícil comprender, aún hoy. Semejante ética era difícil de soportar no solo en una poesía como la argentina, de raíz francesa, sino también en el país, tan afecto a los fastos como a la hipocresía.
Durante años considerado como parte de una literatura oficial, que se sepa, Girri no se enriqueció gracias a ella.

© Jorge Aulicino
Clarín, 4 de diciembre de 1999
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Ilustración: Alberto Girri por Hermenegildo Sábat 

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