Ironía y traducción



Mi amiga Gabriela Cabezón Cámara solicitó en Facebook [2012] títulos de cuentos que trascurren en ambientes únicos y cerrados. Quien esté o quiera asociarse a FB puede consultar la larga lista que le propusieron. Alguien, por alguna razón, recomendó "El jorobadito" de Roberto Arlt. Y yo comenté de inmediato algo así como "claro, 'El jorobadito'", por mostrarme nacional (yo había recomendado "La pata del mono", de W.W. Jacobs). Entonces recordé que "El jorobadito" no ocurre, en rigor, en un solo escenario, aunque el escenario decisivo y el que yo memorizaba es la sala de una casa de la mediana burguesía porteña. No quise corregir el error en el FB de Gabriela. Me puse a leer de nuevo "El jorobadito" y me divertí con él como no me había divertido cuando lo leí por primera vez a los 16 años, una edad que no parece ideal para leer "El jorobadito".

Supe al rato el porqué de mi regocijo.

Sabrán todos que Arlt está reputado como un genio que escribía mal. Se lo suele comparar con Poe, en este sentido. Se ha dicho, por otra parte, que no sólo los personajes sino también el lenguaje de Arlt son malas copias de los de Dostoievski.

Bien: he aquí que leyendo de nuevo "El jorobadito" observé dos cosas que paso a reseñar. En primer lugar, el uso irónico del lenguaje por Arlt. Esto es que allí donde su personaje habla un dialecto excesivamente literario advertimos de inmediato una intención paródica.

En los primeros párrafos del relato, donde el personaje narrador recuerda cómo amonestaba al Jorobadito, por su despiadado hábito de apalear a una chancha, el personaje cuenta:

"...yo me veía obligado a decirle todos los días:
-Mirá, Rigoletto, no seas perverso. Prefiero cualquier cosa a verte pegándole con un látigo a una inocente cerda. ¿Qué te ha hecho la marrana? Nada. ¿No es cierto que no te ha hecho nada?...
-¿Qué se le importa?
-No te ha hecho nada, y vos contumaz, obstinado, cruel, desfogas tus furores en la pobre bestia..."

No hace falta ser demasiado agudo para reparar en el uso del voseo argentino seguido de tres adjetivos de neto cuño literario: "contumaz, obstinado, cruel", para continuar con una conjugación del verbo en tú, no en vos. Se trata de un verbo asimismo literario: desfogar, y que va seguido del plural de furor, decididamente arcaico y literario.

Todo esto, o más bien, decisivamente, el voseo seguido de tantas apelaciones arcaizantes, es lo que me movió a la risa, porque no pude menos que pensar que Arlt era perfectamente consciente de que un personaje porteño hablaba así en plan paródico o bien porque era deliciosamente ridículo. O bien porque quería parecer respetable y culto al escribir su memoria para el público al que va dirigida.

Descarto de plano que ése fuese el lenguaje literario que Arlt se tomaba en serio.

Otros datos, uno en particular, me indican que Arlt manejaba los distintos registros del personaje narrador con la misma plena consciencia con que lo hacía éste con los suyos propios.

Cuando, dostoievskianamente, el personaje lleva al Jorobadito a la casa de su novia para obtener de ella una prueba de amor (un beso al jorobado), ante una de las muchas protestas del jiboso (todas ellas en tono siempre formal, encabezadas por el apelativo "caballero"), le responde brutalmente: "A ver si te callás".

La cuestión que quiero poner a consideración es que la ironía de Arlt frente al lenguaje implicaba una crítica de segundo grado. No sólo al lenguaje pretendidamente refinado que usaba, quizá, la burguesía porteña en sus escritos oficiales y literarios (tal vez incluso hasta en las cartas privadas), sino al lenguaje de las traducciones de las novelas de Dostoievski que había leído Arlt, de joven. Porque, va de suyo, no leía en ruso. Por entonces, un personaje de Dostoievski decía "marrana" y no "chancha", podía decir contumaz en lugar de porfiado, y decir obstinado para reforzar el mismo significado. De igual modo, en las novelas del ruso solía soplar el cierzo helado y los caminantes aguantaban la cellisca; y en las novelas de Arlt, pasaban cosas en términos semejantes, aunque no hemos conocido por aquí el cierzo helado, ni nadie suele y solía ser amonestado como "contumaz".

La parodia de Arlt, entonces, es sobre una lengua literaria cuya base estaba en la traducción de los textos rusos y franceses en España (en lo que se refiere a las principales novelas del siglo XIX). No sabemos con exactitud si alguna vez se detuvo a pensar si los rusos, y en particular Dostoievski, hablaban en ese registro, esto es, en un registro literario arcaizante. Ningún traductor suele llegar a esa sutileza -la percepción sutil de los registros locales-, de modo que no podemos pedirle tal refinamiento a la crítica de los lectores a menos que sean bilingües. La crítica de Arlt era la del arcaísmo local, porque ya era arcaico para nosotros ese tipo de lenguaje (recuérdese la parodia de Borges en "El aleph" a través de la figura de Carlos Argentino Daneri). Es posible que Arlt y muchos lectores hayan recibido aquel dialecto en su mayor parte a través de los traductores, que en la Madre Patria debían de considerarlo normal, y cuyo registro quizá pensaban como "medio", en tanto aquí lo reproducían sin mayores consideraciones los traductores de la industria local y hasta los periódicos, pero que sonaba arcaico a un oído sensible al lenguaje de la calle, como el de Arlt.

© Jorge Aulicino
Club de Traductores Literario de Buenos Aires 19.05.2012
Foto: Arlt, sin data

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