El capitalismo financiero, la poesía y la física subatómica
Un chiste que ha circulado por email en estos días [octubre de 2008] intenta explicar con sarcasmo la forma de funcionamiento de los negocios en Wall Street. Dice que un inversor llega a la selva y propone a los nativos cazar monos vivos. Pagará 10 dólares por cabeza. Se produce una gran acumulación de monos en sus jaulas. El inversor ofrece 20 dólares, ya que es más difícil cazarlos, porque hay menos. Luego el inversor ofrece 50 por mono. Es muchísimo más difícil capturar a los que quedan pero sigue siendo negocio. Es aquí cuando el inversor se ausenta "por unos días" y su ayudante ofrece a los nativos un trato más o menos espurio: liberará una cierta cantidad de monos a 35 dólares por cabeza. Los nativos volverán a vendérselos al inversor –son tantos los monos enjaulados que no se notará la falta – y éste pagará 50, según la última cotización. Con ello, los nativos ganarán 15 por cada mono revendido al inversor. Aceptan, claro está. Pagan 35 por cada mono liberado. Y se quedan toda la vida esperando que vuelva el inversor... que nunca vuelve. Por cierto, su ayudante también desaparece. Los nativos, sin hacer cuentas, perciben que se han quedado con cinco dólares menos que los que tenían al comenzar a cazar monos. Simplificando: si un nativo obtuvo primero 10 por un mono, y 20 por el segundo, lo que suma 30, terminó pagando 35 por el mono de 50, que nunca llegó. La cotización se había clavado en 20, pero los nativos lo ignoraban.
Nadie sabe cuándo conviene dejar de cazar monos en Wall Street, pero hay algo más inquietante: esto es lo que analiza el “inversor y filántropo” George Soros en su nuevo libro, El nuevo paradigma de los mercados financieros (Taurus). Soros sostiene que el mercado financiero es enteramente una creación subjetiva pues todos los operadores se mueven según evaluaciones subjetivas propias, pero las decisiones que toman influyen en la situación, que nuevamente evalúan para tomar decisiones, que a su vez modifican la situación, que será objeto de evaluación subjetiva. Dice Soros que dicho mecanismo es “un bucle con retroalimentación de doble sentido”: dicha retroalimentación no es secuencial (se evalúa, luego se decide, por consiguiente se influye, y se vuelve a evaluar), sino que “los dos procesos ocurren simultáneamente”, lo que crea una indeterminación absoluta.
Agrego, modestamente: el capital se ha convertido en física subatómica, en su actual estadio de propagación por ondas. Nada está más cerca del llamado principio de incertidumbre de la física cuántica (el observador no puede observar porque modifica lo que observa) que la sofisticada economía financiera -sofisticación para quedarse con la plata de los cazadores de monos-. Ese mundo lejano y frenético altera nuestra vida cotidiana, ingresos y egresos, estabilidad y pobreza, amor y amargura. El estadio superior alcanzado por el capitalismo es la indeterminación. Y así ha ingresado al dominio de la física teórica, la filosofía y la literatura de alta velocidad.
Jorge Aulicino
Ñ. 11.10. 2008
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