Podrá no haber poesía pero siempre habrá poetas



Sábado 10 de Mayo de 2008.

La poesía está en el centro de la Feria del Libro, o al menos los poetas (pues podrá no haber poesía pero siempre habrá poetas, como suele decir Hermenegildo Sábat invirtiendo la ecuación plátonica de Gustavo Adolfo Bécquer). Quiero decir que se ha realizado el Tercer Festival de Poesía en la Feria. Lo cerró –lo habrá cerrado, estaba anunciado- un gran poeta que entiende que hay conexión entre las religiones y los poemas, cosa en cierto modo pasada de moda. Es Hugo Padeletti, santafesino, de Alcorta, el que cerró o habrá cerrado el Festival.
La Feria, según se recuerda fue abierta a su vez por el narrador y ensayista Ricardo Piglia, quien tal vez haya sorprendido señalando que la poesía es el “lugar del lector”, y que quien se las haya entendido con este lenguaje está en condiciones de entender cualquier texto.
Noticias de poesía: salió la obra reunida de Irene Gruss, cuyos textos ejemplifican magníficamente a Piglia.
Había pensando comentar la trayectoria que va del primer poema de Gruss al último, la forma ligera que fue adquiriendo su poesía dramática sin perder ni dramatismo ni misterio, pero, en cierto sentido, elevándose, yendo más al apunte y menos al grabado; más poesía del ser que busca ser que del ser que se hunde en lo que tiene de incompleto su universo. Pero no haré eso. Copiaré un poema al final, de los últimos, no de los primeros.
No habría literatura y problablemente la ciencia no intentaría correr los límites del conocimiento si no existieran los poetas. No diré ya la poesía, que a veces obtienen y a veces no, sino su figura y su intento, sus poemas malos y los buenos, los más cargados y los que vuelan solos. Observen que hablo de volar y de elevación y ya debo aclarar que no lo hago en sentido trascendentalista, y esta aclaración se debe a que estoy escribiendo en prosa y rara vez logro poesía. Hablo del vuelo criollo de las aves y no del águila de los himnos ni de la elevación de los que gozan de “grandes ideales”. “Si los pastos conversaran”, musitó cierta vez Leónidas Lamborghini en la redacción de una revista de los primeros setenta. Ese como sí de la poesía, cuando está referido a cosas materiales como pastos, es lo que ha permitido que la mente funcione en libertad provisoria antes de sumergirse en las disciplinas (la de la teología, la de la filosofía, la de la ciencia). El poeta es el último animista. Aun sus poemas malos tienen una cualidad sincrónica, en el sentido que Jung daba a esta idea: corresponden a la ruina de los dioses, a los instantes en que el universo no logra organizarse: son momentos de baja intensidad, de corrupción y de trastienda de teatro en la que se mezclan mascarones de yeso, sogas, telones, sillas desvencijadas y trajes sucios.
Pocas veces, quizá ninguna, Gruss escribió poemas fallidos. Y en ciertas ocasiones ha escrito cosas como las que siguen (y aquí os dejo):

Sobre un retrato de M.R.
tomado por Valentina Rebasa


De tanto traducir, se la ve elegante
sentada en la punta de la silla,
el túnel carpiano
hundido de sus muñecas apenas sostiene un libro: I am
all right, atenta
la mirada.
Tiene un gesto que es el reír
de lado cuando dice You know, you know
y para no mostrar la torcerdura del yo
tuerce su boca, y a escuchar
se inclina.

Irene Gruss (Buenos Aires, 1950), La mitad de la verdad. Obra poética reunida 1982/2007. Ediciones Bajo la Luna, Buenos Aires, 2008.
M.R, es sin duda Mirta Rosenberg


Jorge Aulicino, El Estante Maldito


Foto: Irene Gruss s/d

Comentarios

  1. Me parece totalmente desolador el título...

    Veo que he creado muchos poetas/pero muy poca
    poesía,hace decir a Dios Bukowski.Es genial que la poesía exista independientemente de los poetas...basta que los acepten,digo yo.
    saludos,

    "un lector"::..

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