La cuestión de la piedad en el infierno de Dante Alighieri



Este apunte fue originariamente escrito para una lectura comentada de la Divina Comedia en Twitter, en 2018
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EL INFIERNO NO CREE EN LAGRIMAS

Los adivinos, que quieren mirar hacia adelante (esto es, leer el futuro), aquí están obligados a mirar hacia atrás, y ése es el castigo que sufren en las Malebolge (malas bolsas) del Octavo Círculo. El contrapaso, figura semejante o bien opuesta al pecado, pero siempre simétrica, rige cada castigo del infierno, y en este caso está muy claramente definida.

Dante se horroriza y apena al ver estas almas literalmente contrahechas, y Virgilio lo reprende esta vez bastante fuerte ("¿eres de esos imbéciles?"), para pronunciar a continuación una frase algo críptica: "Qui vive la pietà quand'è ben morta" (Aquí vive la piedad cuando está bien muerta). Algunos comentaristas incluyen esta frase en la interrogación indicada al final del tercero (en italiano, sólo existe el signo de cierre en las frases interrogativas) y entonces interpretan de este modo: ¿Cómo podría vivir, cómo podría sentirse piedad, donde ésta ha muerto? Sin embargo, la interpretación que más me cuadra personalmente es: Aquí, donde la piedad está muerta, lo piadoso es no tener piedad. Entre los traductores al castellano, Ángel Battistessa es del primer temperamento: "¿Cómo tener piedad si aquí ella ha muerto?". Ángel Crespo se inclina más bien por el segundo: "Mate aquí a la piedad el alma pía", en consonancia con otras traducciones, como la del Conde de Cheste y la más reciente de Martínez de Merlo, que optó por la literalidad, como lo hice en la versión de Gog y Magog en 2015. Se explicaría tal punto de vista en el remate del terceto: ante un ser despiadado -esto es, carente de virtud católica- que sufre el castigo divino, sentir piedad es ir contra el juicio de Dios, y, por lo tanto, es ser impío. 

La lógica de Virgilio podría aplicarse a todo el Infierno y pondría en cuestión la piedad que ya varias veces Dante mostró por los reos. ¿Puede haber ocurrido que en mitad de su obra Dante reparase en que tanta piedad no era propiamente cristiana allí donde se castiga el mal? ¿O simplemente Virgilio está un poco cansado de los desmayos y lloriqueos de Dante? No lo sabemos, pero Dante volverá a apiadarse ante la vista de los mutilados en el Canto XXVIII. Por su parte, Virgilio, que ha pronunciado la asertiva sentencia, si bien no manifiesta piedad, manifiesta en este mismo canto cierta simpatía por la hechicera Manto y lo complace que lo escuche, pues ella ha sido la fundadora mitológica de la ciudad de Mantua, en la que nació el poeta.

Una segunda cuestión se plantea aquí: Dante (el autor) condena a los videntes, pero en gran parte de su obra, y expresamente en el Purgatorio y el Paraíso, dará crédito a la influencia de los astros, mediante una operación intelectual que la une al plan de Dios. Como estamos ahora en el círculo de los fraudulentos, podríamos decir que los condenados de este valle son falsos adivinos, con excepción quizá de Manto, la que en tal caso estaría incluida aquí solo para dejar constancia de que a ella se debe la creación de la ciudad que produjo al gran poeta latino.

Dante, como en otros cantos, se hace -en medio de su conmoción- alguna pregunta ingenua. Se interroga acerca de si quizá alguna persona, víctima de "perlesía" (parálisis), puede haber sufrido contorsiones similares a las que padecen los adivinos, y se responde que nunca vio eso, ni cree que pueda suceder.

El recurso es eficiente para dar cuenta de la imagen antihumana de los condenados, como plástica es la imagen en que narra que el llanto les gotea desde la cara a la raya del trasero.

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Imagen: Ilustración de Carlos Alonso para la Divina Comedia, publicada en La Divina Comedia, Infierno, traducción de Jorge Aulicino, Gog y Magog, Buenos Aires, 2011

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