"Compromiso" y efecto mariposa



En el centro de todo escritor que se considera activamente político hay un hombre que quiere ser centro. Desde la marginalidad social voluntaria, algunos escritores quieren ser centro también. Esto es tan simple como pensar que la literatura tiene una lentísima influencia en los acontecimientos humanos. La literatura, salvo la del discurso político, no precipita acontecimientos. El Palacio de Invierno no se tomó por poemas o novelas leídas el año anterior: quizá, sí, muchas palabras elegidas para poemas y narraciones a lo largo de muchos años, contribuyeron a modelar una lengua política que fue la que hablaron Lenin, Trotsky, Bujarin, Zinoviev y Kamenev. Pero no fue un poema escrito la semana anterior lo que decidió el asalto que simboliza el comienzo de la Revolución de Octubre. Ni un poema de Pushkin ni un poema de Maiacovski; mucho menos, un poema de Baldomero Fernández Moreno (a menos que se crea en el efecto mariposa, ese que se cita ya sin conocer la fuente: cuando una mariposa mueve las alas algo cambia de lugar en el mundo; que sería lo mismo que decir: cuando algo cambia de lugar en el mundo, una mariposa mueve la alas).

La angustia que a Jean Paul Sartre dictó las palabras que escribió en El existencialismo es un humanismo, en 1946, sigue actuando hoy, con nuevas guerras y masacres de por medio y, sobre todo, con la caída del mundo soviético de por medio: “Si soy obrero y elijo adherirme a un sindicato cristiano en lugar de ser comunista; si por esta adhesión quiero indicar que la resignación es en el fondo la solución que conviene al hombre, que el reino del hombre no está en la tierra, no comprometo solamente mi caso: quiero ser un resignado para todos; en consecuencia, mi acto ha comprometido a la humanidad entera.”

El compromiso ineluctable (ineluctable como una ley hegeliana, como una ley marxista) no era sin embargo tan ineluctable ni para el propio Sartre, puesto que tres años más tarde escribió en ¿Qué es la literatura?: “Todos los escritores de origen burgués han conocido la tentación de la irresponsabilidad; desde hace un siglo, esta tentación constituye una tradición en la carrera de letras”. Se puede ser, pues, irresponsable. Se pueden tomar decisiones que no comprometen a la humanidad entera. Y eso es un problema (claro que solo cuando se trata de escritores de origen burgués: no cuando se trata de escritores de origen proletario, tal vez).

He ahí la angustia clamando desde el fondo de nuestro inolvidable intelectual: la responsabilidad es lo que me garantiza no ser burgués o dejar de serlo, por un lado; por el otro, si me comprometo con el sindicato comunista en cambio de con el sindicato cristiano, mi acción tendrá efecto en los acontecimientos; lo mismo, si mi literatura lo hace, se entiende, puesto que es el ser entero el que se funda por elección: “Si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que es. Así el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es, y asentar sobre él la responsabilidad total de su existencia” (El existencialismo es un humanismo). El efecto que tales elecciones tendrán será, pues, inmediato. Mi sola existencia modifica algo en el mundo.

Pero he aquí que no. No de inmediato. Pongamos que Espartaco realmente dijo “volveré y seré millones”. Esa frase, en cuanto literatura, no devino realidad social sino cientos de años más tarde, cuando empezaron las guerras campesinas (Deutscher Bauernkrieg) en el Sacro Imperio, durante la primera mitad del siglo XVI. Fue una de las primeras, quizá la primera, revuelta de masas. Miles, sino millones, fueron espartacos entonces. Y desde allí en adelante, otros miles lo fueron.

Igual que los procesos científicos, igual que el desarrollo y auge de las relaciones de producción, igual que las propias ideas políticas, la literatura obra a lo largo del tiempo, en la lengua en primer lugar, en el cerebro luego. La literatura, la poesía, contribuye a crear paradigmas. Por eso es esencial que circule. Y por eso, no por su efecto inmediato, que en el mejor de los casos puede ser aleatorio, como el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, es política. Y se funda a sí misma, pero no según una elección que precede a su esencia, sino según un conjunto de circunstancias que un hombre solo no maneja.

Ni el autor totalmente.

El meteorólogo Edward Lorenz (1917-2008) adaptó lo que se cree un proverbio chino (ya se sabe que toda frase enigmática lo es) para darle su slogan a la paradójica teoría del caos. Lorenz dijo, se dice: “Si una mariposa agita hoy con su aleteo el aire de Pekín, puede modificar los sistemas climáticos de Nueva York el mes que viene.” El proverbio, a su vez, al parecer decía: “El aleteo de una mariposa se oye a través de un océano”, lo cual es otra cosa. Un electrón suelto en un medio de un sistema de uranio provoca Hiroshimas, de eso se trata. Y el determinismo, tras la idea de caos, queda intacto, pues todo es causa y efecto.

Mas no así la literatura ni las ideas ni nada, en realidad, obra. No somos dueños de elegir más que unas pocas cosas... y ninguna esencial, oh Sartre, oh querido padre ateo.


© Jorge Aulicino
Periódico de Poesía N° 94, México, diciembre 2016
Foto: Sartre, c. 1970 © Bruno Barbey/Magnum Photos

Periódico de Poesía es una publicación mensual editada por la Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad Universitaria, delegación Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México, a través de la Dirección de Literatura

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