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Mostrando las entradas etiquetadas como Charles Baudelaire

Baudelaire, el mundo de los sentidos

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Hay algo en la figura, incluso en la prosa de Baudelaire, quizá en la figura que construyó esa prosa junto con las fotos de Nadar, algo que lo convierte en, precisamente, perdurable digamos por auto exclusión, o enemigo de la sociabilidad mal entendida. Benjamin, Proust -a quien Benjamin cita- y todos los poetas y críticos posteriores invitan a leer a Baudelaire como padre de la modernidad, entendiendo por esta la vida urbana, el movimiento de aquella amenazante multitud de Poe en "El hombre en la multitud", que retoma Baudelaire en El spleen de París . Después de todo esto, está su poesía, hecha de fragmentos artificiales en un mundo vacío: construcción artificiosa de lujo y exotismo, por un lado, y de lo podrido o en decadencia, por otro. Pero sobre todo está su idea de las correspondencias , que el poeta moderno convertiría en relaciones: correspondencias entre olores, colores, amores, símbolos ocultos. Su poema "Correspondencias" es la clave de la lírica moderna

Hágame una listita

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Sábado 16 de febrero de 2008. “Sistemas de lectura” es una manera de decir “canon”. “Canon” es una palabra utilizada por el crítico estadounidense Harold Bloom quien escribió El canon occidenta l. Y todo ello refiere a la lista de compras del que quiera saber cuáles son los escritores “verdaderamente” importantes. Piglia nos dijo una vez cuando lo entrevistamos para esta revista [Ñ]: “Se trata sólo de guías de lecturas académicas”. Restringió su uso al ámbito académico y no quiso relacionar la palabra con el ranking. Ahora bien, ¿qué es un “sistema de lecturas”? ¿Y qué hacer entonces con los lectores proteicos, esos que leemos de todo, y peor aun, con los escritores que se multiplican como hongos? ¿Caerán como hongos no comestibles cuando se acerque la guadaña del canon, o del Sistema de Lecturas? Esto por no preguntar sencillamente: ¿qué es un sistema de lecturas? ¿Uno que considere la literatura universal como una obra “en progreso” como quería Ezra Pound, y a un número de aut

El encendedor y el alfil / Poesía de autor

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Domingo 17 de Febrero de 2008. Dos jugadores de ajedrez están en las instancias finales de una partida. Uno acaba de quitar su vista de las piezas para frotarse los ojos. Ante esa ligera distracción, el otro mueve digamos un alfil y simultáneamente lo reemplaza por un encendedor de plástico. Cuando el primer jugador repara en el cambio, durante un segundo o dos queda desconcertado. Recompone rápidamente el tablero en su mente y entiende qué pieza ha sido reemplazada por el encendedor. No dice nada y sigue jugando, pues para él, el encendedor es un alfil. De pronto, su oponente mueve el encendedor varias casillas en línea recta, como si fuera una torre o la dama. “Eh”, dice el primer jugador. “Usted ha hecho trampa, movió el alfil como si fuera la torre o la dama”. “De ninguna manera”, dice el otro. “No he movido el alfil, he movido el encendedor”. “Caramba”, responde el primero, “ya me parecía a mí que no debía aceptar este encendedor en el juego”. “Pero lo aceptó”, le responde el ot