La puerilidad sublime de Dante


Una vez escribí, no me acuerdo dónde, que no me importaba el hecho de que la Divina Comedia hubiese sido escrita en italiano. En cualquier otro idioma, pero escrita siempre por Dante, el resultado habría sido el mismo. Era de una tremenda audacia --por ser muy difícil de probar-- esta afirmación. O una estupidez, en caso de que se probara lo contrario. Pero lo contrario no se puede probar tampoco, porque los traductores de Dante a otras lenguas -que de hecho escribieron la Comedia en otros idiomas- no son Dante. Lo temerario de mi exabrupto era suponer que se podría ser Dante sin ser italiano.

¿A qué viene todo esto? Primero quiero rectificar o al menos aclarar aquella boutade. La dije o escribí contra los que ponen los ojos en blanco cuando recitan algún fragmento de la Comedia en italiano y luego dicen: "Es intraducible". La soberana estupidez de esos admiradores consiste en que olvidan aquello que puede ser parafraseado, precisamente lo más maleable de la Comedia y de cualquier texto. Pero que sea lo más maleable no significa que sea poco importante. De ser así, lo maleable incluso se podría tirar a la basura siempre y cuando nos quedase la belleza sonora, el fascinante atractivo de la resonancia que eleva su propio edificio. Si creyéramos esto, no nos quedaría nada sobre la extraña, intrincada razón que llevó a Dante a mezclar el cielo y el infierno con la tierra. Erich Auerbach no podría haber escrito su célebre Dante Alighieri, poeta del mundo terrenal, que se considera un ensayo clave sobre la Divina Comedia, y nada quedaría de sus reflexiones sobre lo alto y lo bajo en Mímesis, que involucran a la Comedia (en el Capítulo X) y refieren a su estructura y también su lenguaje, esto es, aquello que puede ser objeto de paráfrasis, es decir, de traducción en todos los idiomas, incluso en el italiano contemporáneo y sus distintos modos de concebir, y por lo tanto leer, los tres niveles simbólicos que Dante atribuye a su propia obra.

Ahora, la cuestión del idioma y su prosodia, que hace a su carácter, y por lo tanto al de Dante y la Comedia, se me presentó de nuevo cuando leí Conversaciones sobre Dante, de Osip Mandelstam, reeditado por Seré Breve -una activa y excelente pequeña editorial de Buenos Aires que rescata el ensayismo y otros textos de poetas-, con traducción de Marilyn Contardi y Cecilia Beceyro.

Mandelstam estudió el italiano, supongo que para leer la Comedia en su idioma. Su lengua de cuna se admiró de inmediato ante "el infantilismo de la fonética italiana, su puerilidad sublime, su afinidad con el balbuceo de las criaturas, un no sé qué de dadaísmo inmemorial". Nos queda claro que estos juicios de Mandelstam se recuestan en prejuicios no asumidos -como el de considerar quizá que el idioma ruso pertenece a un grado más maduro de civilización-, porque sus adjetivos, con ser elogiosos, con surgir de una fascinación, no dejan de traslucir la consideración del italiano como un arcaísmo tal que se remonta a la infancia de la humanidad.

El juicio de Mandelstam es subjetivo, es como si yo dijera "lo primero que me impresionó del ruso es su parecido con una ensalada de remolacha". Pero no deja de haber en su aserto algo que nos suena real: la lengua italiana, con ser la más vecina a una lengua imperial como el latín, lo desarmó, para hacer de su casi violencia una serie de sonidos que aun a otros latinos nos suenan suaves, o dulces, o pueriles. Lo italianos no conocen el sonido áspero del español para la jota y la ge, en función ésta de la e y de la i. Por lo tanto me causaba gracia en mi infancia que una vieja triestina de mi extensa parentela me llamara "Corgue". Lo más parecido a la jota que encontraba ella en su idioma o en su dialecto era la ce, en conjunción con la o. Y nuestra g con la u para el segundo sonido bárbaro de ni nombre (ge), de modo tal que ella hubiese escrito en italiano "Corghe"

Queda otra cosa por resolver: Mandelstam escribió esas frases sobre el italiano -en la primera de sus Conversaciones sobre Dante- después de haber leído la Comedia. Así que podemos pensar que este juicio suyo sobre la "puerilidad sublime" del italiano está al menos impregnado de su lectura de Dante, aunque demos por cierto que fue originado cuando tomó contacto por primera vez con el italiano. De modo que me quedo con que, para Mandelstam, es indistinguible el idioma italiano del idioma de la Comedia y aun del espíritu de quien la escribió, puesto en su personaje principal: él mismo. De hecho, Mandelstam ejemplifica sus impresiones sobre el italiano con versos de Dante.

La "puerilidad sublime" del personaje es lo que a mí me impresionó enseguida. Esa sabia ingenuidad, que puede ser tan aguda, y en ningún momento parece impostada, me parece que exige a la paráfrasis elevarse a otro plano. Si queremos ser literales, eso también hay que traducirlo de algún modo, porque a la vez que permanece en lo que puede ser objeto de paráfrasis, de alguna manera está en la resonancia. Esos dos planos -prosodia y paráfrasis- son, según Mandelstam, los que Dante nos ofreció íntimamente entrelazados. No se puede traducir la prosodia pero si el impacto que produce en el total de la obra. Es su fantasma. El de Dante caminando sobre los bordes del infierno.

Jorge Aulicino

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Imagen: Dante y Virgilio, en versión casi andrógina, conversan con la cabeza cercenada de Bertran de Born en el Octavo Círculo del Infierno. William Blake, siglo XIX

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