Los elementos del arte

 

Hablemos de decoración. Cuando alguien entra en una habitación no se pregunta por qué allí hay mesas y sillas, lámparas y sillones, y no se pregunta para qué sirven. Se preguntaría en cambio por qué en una habitación hay un oso polar. Si el oso está embalsamado, lo juzgaría como un detalle de decoración desproporcionado. Por lo demás, podría juzgar la habitación como cálida, fría, acogedora, desagradable, indiferente, chillona, señorial, discreta, desolada, alegre o amenazadora.. Todo esto depende siempre de sillas, sillones, cortinas, pisos, papel, pintura. Es decir, de una combinación de elementos básicos.

Nadie espera que una habitación diga si es existencialista, comunista, liberal, católica, aunque seguramente podría decir algo al respecto. Sólo se le pide que proceda con sus elementos básicos materiales para lograr un efecto subjetivo; un efecto que juzgaremos en gran parte por la primera impresión. Aun cuando la habitación pudiera desplegarse en el tiempo, y no sólo en el espacio, seguiríamos pensando, al finalizar el despliegue, en toda la impresión como la primera. Llevarse de la primera impresión no es aconsejable para el amor ni para las relaciones interpersonales en general pero es aconsejable e inevitable para apreciar el arte. ¿Hay en esa impresión algo que nos comunique con una ideología política y una posición moral? Seguramente encontraremos algo de esto si dejamos que la primera impresión, la impresión absoluta, hable por sí misma. (Algo como una resonancia, no muy específica, de la ideología en el arte).

Han pasado las vanguardias y las postvanguardias, pero nada ha podido borrar la perversión según la cual el arte debe leerse en relación directa con otras ideas sobre la realidad. El arte pontificio y el realismo socialista, consagrado en 1934 en la ex Unión Soviética, no son ruinas de un continente hundido. Algunos críticos han visto, por ejemplo, una película cuyo escenario es la Guerra de las Malvinas esperando que el hecho artístico, el hecho de ficción, corroborara lo que piensan o los iluminara sobre causas, justicia y necesidad del conflicto. Han olvidado el juicio estético. Han entrado esperando ver carteles en la habitación. 


Jorge Aulicino

Revista Ñ del diario Clarín, Buenos Aires, 2006

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Imagen: René Magritte,  Les valeurs personnelles, 1951

San Francisco Museum of Modern Art, Estados Unidos. 

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