El genio de la fotografía
Un notable
anacronismo encabeza la lista de acepciones para la palabra fotografía en el
diccionario de la Real Aademia Española (RAE): "Arte de fijar y reproducir por medio de reacciones
químicas, en superficies convenientemente preparadas, las imágenes recogidas en
el fondo de una cámara oscura", consigna, cuando el mayor porcentaje de
las fotografías, no quiero decir todas, se obtienen hoy (2015) por medios
electrónicos, y no químicos. La definición de la RAE es sin embargo moderna, ya
que la primera palabra, la que califica en esa descripción, es arte y no técnica. Sin embargo, la última acepción del diccionario dice:
"Representación o descripción que por su exactitud se asemeja a la
fotografía", con lo que retrocedemos lo que habíamos avanzado. Cierto es
que esta inconsistencia de la RAE, o mejor dicho, esta inconsecuencia, refleja
o testimonia lo que sucede en la sociedad contemporánea con la actividad de la
fotografía: es un arte, pero sigue siendo, para la mayor parte de la población,
aquel arte mecánico que simplemente muestra lo que está, si no con exactitud,
al menos con vocación de fidelidad.
Los museos comenzaron a valorar la fotografía como arte hace más de 50 años; es un plazo breve para las comodidades del lenguaje. Registrar fotográficamente, tener memoria fotográfica, son construcciones verbales que responden a aquella idea de que la foto, si no es exacta, es seguramente incapaz de poner o sacar algo de la realidad concreta. Esas construcciones del lenguaje no se deshacen, la mayor parte de las veces, en algunas décadas, sobre todo cuando están asociadas a ideas universalmente aceptadas; en este caso, una idea muy cómoda.
La mímesis
aristotélica parecía haberse cumplido con la fotografía, veinticuatro siglos
después de que aquella mímesis fuera reclamada.
Curiosamente, por el mismo hecho de que la fotografía parecía ser mimética, el arte académico le negaba entrada a sus recintos. Las vanguardias del siglo XX, en cambio, la valoraban, pero casi siempre asociada a otros recursos gráficos, preferentemente en el formato de collage. Precisamente porque para la vanguardia el contraste entre una foto y un dibujo, o una foto y la caligrafía, o cualquier otro objeto gráfico -o no- que se pusiese al lado, eran expresiones de lo que la vanguardia quería ser: la confusión de realidad e irrealidad, de vida y arte, de idea y cuerpo, de objeto y sujeto.
En esta concepción, ¿qué importaba si la foto formaba parte de uno o de otro universo? Su valor lo adquiría en el conjunto, o porque todo el conjunto potenciaba artísticamente a sus componentes, o porque todo valor artístico era irrelevante como tal, ante la palmaria demostración de que una foto, un dibujo o un fideo seco incorporados al cuadro valían exactamente lo mismo como arte y como objeto de uso.
Hasta los cincuenta,
la fotografía brindó al periodismo su savia legitimadora. Los periódicos
recitaban a coro esta prédica: "Esto es lo que contamos y esta es la foto
que refuerza o testimonia su verdad". Las fotos recibidas de los frentes
de batalla eran el capital más preciado del que podía disponer un periódico
durante
Ninguna foto valdría si no tuviera una sustancia mítica y simbólica. Sobre todo, si debe disponer de datos externos para que se entienda tanto su dramatismo como su carácter testimonial. Soldados marchando por una carretera son soldados marchando por una carretera -sólo, y nada menos, que eso-, hasta que se lee el epígrafe que dice: Tropas estadounidenses avanzan hacia París en la mañana de …. de 1945.
Creo que sin la apoyatura del texto, la foto nunca es periodística, ya sea que el texto venga escrito, dicho o brindado por el contexto. Una foto en el contexto de un diario, aun siendo ilustrativa (esto es, intemporal, no testimonial respecto de la noticia sino referida al tema) es siempre periodística. Agrega información: por ejemplo, el rostro de unos de los protagonistas de la noticia. Si habla por sí sola, es arte.
¿Cuándo un poema es
bueno, cuándo es malo? Esto no lo sabemos con exactitud, y esto es lo que
sucede también con
La foto nos permite
llevar adelante una definición del arte por la vía del absurdo, de la
exageración. “Tienen aquí la reproducción menos personal de la realidad, puesto
que es mecánica”, nos dice burlonamente el genio de
Pero el autor de una fotografía estará siempre situado en un terreno ambiguo entre el periodismo y el arte. Siempre, aun cuando es cronista.
Así, dice el genio de la fotografía iniciando una exagerada reverencia, sombrero en mano, tienen ustedes que la mecánica ha venido a sembrar de nuevo la idea de la ambigüedad, la improbabilidad, la incertidumbre, lo magnífico, lo diabólico y lo sublime, tal y como el arte pretendió hacer desde el romanticismo en adelante, por decir lo menos.
Jorge Aulicino
2012
Imagen: Barrio de La Boca, por Eduardo Grossman, Buenos Aires, 2015 Eduardo Grossman/Facebook
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