Arlt, el oscuro



Como Gustav Doré lo hizo con la Divina Comedia, Eduardo Grossman ilustra a Arlt. Esto es, nos da una mirada sobre Arlt, pero lo hace, como Doré, citando al pie de sus ilustraciones palabras textuales. Sus fotos ilustran esos aspectos de la obra, no la vaguedad que llamamos "mundo" de un escritor. De esta manera, a ráfagas, imagina escenas vistas o soñadas por Arlt o por sus personajes sobre un fondo real. El mundo que reconstruye Grossman podría decirse que está fundado en visiones. Visiones al pie de la letra. Son de Buenos Aires, un Buenos Aires en decadencia.

El mundo de Roberto Arlt no fue realista, sino más bien expresionista, pero fue un mundo cromático, poderosamente grotesco y en colores que podría decirse van del ocre al rojo, del negro al azul, del blanco al negro, sobre formas que tienden a perder sus contornos en escenarios en los que el negro final acecha en los rincones, pero sobre todo en la mugre de objetos y personas, de zaguanes y almas. Es cada vez más gris, o negro y blanco, en la medida que lo que refleja es el nuevo Centro, la ciudad en la que crecían los rascacielos, atravesada por cables de alta tensión, cables de teléfono, trenes, subterráneos -que la horadaban entonces como ahora-, tranvías que lanzaban chispas, todo impulsado por usinas a petróleo. Arlt vio la sombra en lo nuevo, precisamente, y sus colores los reservó, violentos muchas veces, al suburbio cercano.

El mundo de Arlt que ve Grossman es aún más grotesco, más contrastante, más violenta la oposición del negro y el blanco. Allí, lo que Arlt llama palidez (“Diagonales oscuras”)  es blanco de harina sobre rostros y sábanas que envuelven cuerpos. La sordidez  ciudadana deviene  a su vez decadencia y lóbrego abandono. Las fotos tomadas por Grossman en los ex talleres ferroviarios de Remedio de Escalada, provincia de Buenos Aires, son, por ejemplo, de auténticas ruinas industriales.  En una de ellas el Erdosain de los años veinte se aleja y el primer plano lo ocupa una máquina arrumbada.

Es la misma ciudad que fue la de Arlt, pero distinta: una ciudad que fue. De ella se apoderan sus personajes, escapados de un circo fúnebre,  más fantasmagóricos, si cabe, menos rabiosos, más góticos y siniestros, excepto en “Una ‘merza’ de ladrones”, donde son altaneros y amenazantes en el claroscuro de un cafetín.

Podría decirse que, a más de ochenta años de publicada la obra central de Arlt –Los siete locos y Los lanzallamas-, su “mundo” adquiere  en esta muestra el máximo de siniestro esplendor.

© Jorge Aulicino
Catálogo de la muestra Sueños rabiosos, de Eduardo Grossman. Biblioteca Ricardo Güiraldes, Buenos Aires, del 26 julio al 14 de septiembre de 2017.




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