Darkness




Disculpen que el ejemplo sea una cuestión tan indiscutible como a simple vista poco política: las imágenes y semiverdades que difunden las cajas de cigarrillos y los paquetes de tabaco, que ocupan el cincuenta por ciento del envase y que es obligatorio exhibir en los quioscos junto a los avisos de cigarrillos. Diré que son un texto paralelo que, por la inversa, nos asfixia y nos mata, y nos acerca cada vez más al 1984 de George Orwell, aunque acontezca de modo natural. Puedo dejar de fumar por eso, y el logro será un logro político reaccionario. No deberían Ellos, no debería nadie, suponer que somos maleables hasta la ignorancia. En otras palabras, no se puede ignorar que los fumadores saben lo que fuman, así como los calaveras saben que son calaveras y no "chillan". Que curarlos cueste caro no es algo que se pueda alegar ante el obsceno despliegue de fortunas de sanos y sanas que seguramente no fuman. Los fumadores y las fumadoras pagan, además, impuestos, y todos los meses aportan una parte considerable de su dinero a una obra social o a una prepaga y, si no lo hacen, generan la suficiente plusvalía como para que la sociedad se ocupe de las consecuencias de su vicio infame.

Todo gobierno se comporta como gobierno de ocupación, así haya llegado al poder por los votos de la mayoría, y tiene la premisa de que la masa, como su nombre quizá lo indique, es maleable: no entiende el efecto del cigarrillo (y muchas otras cosas), la prensa puede confundirla, los intereses de otros, moverla, etc. Incluso Ellos, es decir, los que tienen el poder, pueden y deben - ¡por su propio bien! - manipularla. Sobre todo si han llegado al poder democráticamente, porque el voto ahora -llegados al poder- no es ideología, es conciencia, una conciencia a la que curiosamente hay que manipular… Ellos, en general, se encuentran ciegos ante la eterna paradoja de que la voluntad consciente los autorice a operar como si la inteligencia de la masa se hubiese esfumado en el mismo momento en el que se hizo consciente.

Cualquier película estadounidense hace hoy de la muerte sin juicio un hecho justo. La paradoja que plantean los thrillers post Caída de las Grandes Torres es que tienen razón unos y otros: el sistema que apela a métodos sucios para "evitar un mal mayor" como el vengador solitario que elimina a cada implicado en la conspiración del sistema. "Sabes que te lo mereces", dice Mel Gibson en Edge of Darkness antes de proceder a la ejecución. Otro personaje que se mueve en esa "línea de sombra" a la que refiere el título dice algo más: "Tengo una conclusión sobre la gente de este país: merece algo mejor". La justicia por mano propia, que hoy es un principio de la derecha según la izquierda, se pone en esta película al servicio real de una justicia individual que nadie dudaría en considerar justa. En otras palabras: Gibson actúa objetivamente del lado de la izquierda contra una conspiración de la derecha... Y así sucede porque el democratismo radical de los yanquis es tan radical como su individualismo. Ambos se apoyan en el mismo principio: algunos deben caer para salvar al resto - "este país se merece algo mejor"-. Unos conspiran. Otros persiguen a los que conspiran. Pero también lo hacen por el lado de la sombra.

La ideología es traidora, ya lo sabemos; lo que a veces olvidamos es que todos, o casi todos, lo sabemos. También Ellos.

La "excepción", el vengador público, el enmascarado que arranca en la novela de aventuras del siglo XIX -Robin Hood para niños, Dick Turpin-, señala ese punto ciego que la historieta y el cine industrial resolvieron mediante la patente de corso, es decir, convirtiendo al vengador en aliado. Un parapolicial al que se llama mediante señales en el cielo. Pero esa línea de sombra no cede. Especie de cinta de Moebius, no se sabe nunca qué cara nos muestra. Así, volviendo a este hecho menor de la campaña contra el tabaco, sus gestores ignoraron, o pretendieron ignorar, que se basa en un principio oscuro: la masa es manipulable. La masa debe ser exaltada o aterrorizada, ese es el modo de gobernarla. Y son químicamente inobjetables, esos gestores, porque no son cínicos; saben que el asunto concierne a lo políticamente correcto, es decir, que goza del consenso de la intelectualidad en sentido más general –los profesionales, los técnicos, los periodistas-, y de un cierto consenso más amplio.

Sí, también Ellos tienen su lado ciego, son tornadizos como la cinta de Moebius, alimentan el monstruo que nunca murió.  De hecho, la ideología de ir por el lado de la sombra.

Lo que se debate hoy en el cine es más que una cuestión de normas legales y constitucionales. Se debate el fundamento de esas normas, el de toda Constitución, la tregua que implican las constituciones liberales democráticas: el "pacto preexistente" entre las clases y los grupos sociales.

Como ante todo pacto, los suscritores se miran con recelo y vigilan lo que entienden por el cumplimiento de sus límites. Esto es lo que pone en evidencia, políticamente, el cine. 1984 pasó, pero sigue ocurriendo. Orwell no erró en ponerle un plazo tan breve a su utopía oscura. Siempre será breve. Siempre 1984 estará a un paso de ocurrir.


© Jorge Aulicino
Facebook, enero 2013
Dardanelos, enero 2019

Imagen: Mel Gibson en el poster de Edge of Darkness (2010)

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